Es un hecho. Los nutrientes tienen una función única y permanente: aportarte energía para que tu organismo realice sus funciones vitales; suministrar los materiales necesarios para la formación de células, tejidos y todas las estructuras corporales; y aportar las sustancias que regulan las reacciones químicas que forman tu metabolismo. En conjunto, es un poder único y maravilloso que tú diriges a través de tu alimentación. Los lácteos y sus derivados; los cereales y legumbres; las verduras y hortalizas; las carnes, pescados y huevos; y las grasas y aceites; y el agua forman un cóctel de nutrientes que garantizan el equilibrio de tu organismo.
Tu organismo necesita hidratos de carbono, grasas, proteínas, etcétera… para producir cuatro tipos de energía: química, eléctrica, mecánica y térmica. La primera la demanda el mantenimiento y formación de nuevas estructuras y moléculas, la segunda el sistema nervioso, la tercera los músculos y la cuarta el organismo en general pues necesita calor. Tus órganos vitales y los aparatos fisiológicos asociados a ellos necesitan energía para mantener tus funciones vitales.
Las grasas o lípidos, las proteínas y los minerales son los encargados de las funciones estructurales como la creación de las membranas celulares y su mantenimiento.
EL DATO: las proteínas son el segundo componente corporal tras el agua. Están en los huesos, los dientes, los tendones, los cartílagos, la piel, el pelo, las uñas, los ligamentos musculares, las paredes de los vasos sanguíneos y las fibras musculares. Fuente: Guías de alimentación y nutrición.