Un poco de todo
Para alcanzar este objetivo no es necesario ser un experto en dietética o vivir calculando: en la mayoría de los casos basta con seguir ciertas normas elementales, conocer, aunque sea de forma superficial, la composición de los principales alimentos y obtener información sobre la forma más conveniente de conservarlos, cocinarlos y combinarlos entre sí para componer el menú o la dieta cotidiana. Puede decirse que el secreto para mantener el cuerpo en el estado más sano posible reside en mezclar de forma equilibrada los nutrientes esenciales y en comer con moderación. Ante todo, es necesario controlar el propio peso: por lo menos una vez a la semana conviene pesarse en una buena balanza a ser posible repitiendo la operación a la misma hora y en las mismas condiciones, por ejemplo: por la mañana, al levantarse.
Un aumento de peso, por mínimo que sea, es indicio de un exceso alimentario y una señal para disminuir las dosis de alimentos.
Cuando se observa un aumento de peso, la primera reacción es a menudo eliminar el pan y las pastas de las comidas, como si éstos fuesen los únicos alimentos que engordan. !Qué gran error! No existen alimentos que de por sí engorden o adelgacen. De la misma forma que no existe ni en estado natural ni transformado un alimento universal y completo que vaya bien en todas las situaciones y en cantidades incontroladas.
La mejor forma de satisfacer las exigencias del organismo consiste en recurrir a una amplia gama de alimentos y a su oportuna combinación. Dicha tarea puede resultar más fácil si se combinan los alimentos de la pirámide nutricional, para estar seguros de no incurrir en desequilibrios alimentarios. Basta con preparar el menú diario de forma que estén presentes todos los días uno o varios productos (frescos o conservados) de cada uno de los siete grupos.
Naturalmente, las opciones se realizarán tratando, en lo posible, de variar los elementos dentro de cada grupo y las combinaciones con los demás. Ello quiere decir que el típico filete deberá alternarse con otras carnes, como el pollo y carnes blancas, el cerdo, el pescado, etc., que a su vez deberán combinarse tanto con los cereales y sus derivados, como con las papas y las decenas de verduras que están a nuestra disposición. Si se sigue esta regla no será necesario integrar a la dieta vitaminas, proteínas u otros componentes, salvo las excepciones valoradas por el médico o el especialista.
Por último, cabe mencionar la distribución de las comidas, que deben ser cuatro: desayuno, almuerzo, merienda y cena, además, que no debe saltarse ninguna.